Debajo De Mi Piel.

Secretos de una repudiada social.

-          ¡Apártate, estorbo!

Fue lo que escuche antes que un gran cuerpo me traspasara, dejándome dando vueltas como un torbellino antes de caer estrepitosamente al suelo. Mis libros y sus hojas volaron a mi alrededor mientras fuertes carcajadas retumbaban en el pasillo y dedos apuntaban en mi dirección.

Con fingida calma, recogí todo a mi alrededor, y huyendo de la multitud que aún reía, me oculté en el baño a ahogar mis lágrimas con rasguños.

 

(…)

 

Una vez empezó la clase de Ciencias, ya se olvido lo que le había pasado a la rara de Ronnie, sí, la escuálida chica de noveno grado con nombre de chico. Un respiro para mí y uno para ellos, un acuerdo mutuo.

La clase pasó, como es costumbre; los alumnos en la parte trasera del aula no se callaban ni decir dictar una clase y el profesor se rindió siquiera antes de empezar.

El timbre anunciando el final de la jornada escolar, logrò irrumpir la algarabía de mis compañeros de clase y en tropel desfilaron a la salida, con un resignado suspiro el profesor recogió su portafolio y salió.

Me quede rezagada en el aula, con la vista fija en la puerta principal por la que chicos y grandes se empujaban para salir, con los oídos atrofiados por el alto sonido de la música que sonaba dentro y la mirada nublada.

Ya pasó un año desde que entré a esta escuela, y lo único que he conseguido son personas que se burlen de mí, maltraten (física o verbal) y en el mejor de los casos que me ignoren. Ya no aguanto esta situación más.

Con un mísero suspiro me deslice por la puerta rumbo a la salida, no pude posponerlo más, pasillos y salones vacíos me reconfortaban de una extraña manera, me acostumbre a ese eco que producían mis pisadas, el chirrido del metal al pasar mis uñas por allí, el tintineo lejano de unas llaves guardadas, el agua al pasar por las tuberías, el sonido del viento al colarse por la ventana rota de un viejo salón o las risas que llegaban desde el afuera.

Cual fantasma me desplacé por las calles hasta llegar a casa, haciendo una pequeña parada a comprar algo de comer. Así mismo, me deslicé escaleras arriba a mi cuarto, teniendo especial cuidado con la madera al crujir cuando subía las escaleras, pues pesadas respiraciones llegaban desde la sala y aprendí que lo mejor era evitar catástrofes lo mas posible.

3 pm. El sueño me pesaba en el alma, pero algo me impida dormir. Empecé a investigar.

Pronto la pequeña pantalla de mi celular se hizo borrosa y las garras del sueño me atraparon y me llevaron muy lejos de allí.

 

(…)

 

El sonido de una botella estrellarse contra la pared me despertó, por no decir sobresalto, sonido seguido por varias más. Duras pisadas subían las escaleras, con temor mire mi puerta estaba con seguro, este nunca podía faltar, me asegure de no hacer el mínimo ruido al respirar, de no mover ni un musculo, ni que el latido de mi corazón se escuchara a través del borde de la puerta, pocos minutos después la sombra bajo la puerta desapareció y caí rendida ante las garras del sueño, nuevamente.

 

(…)

 

Abrí los ojos, la somnolencia que me aturdía finalmente me dejo en paz. Abrí la bolsa de comida, que como supuse estaba fría, bajé con toda la confianza de no encontrarme con nadie de camino a la cocina, puse la bolsa en el microondas y me recosté en el mesón, miré el reloj que pendía de la pared y vi que faltaba 15 para las nueve, me entretuve mirando el tic tac del reloj que no vi que una figura que entraba en la pequeña cocina, quitándome el oxígeno. Sonó la campanilla y saliendo de mi choque nervioso, sin tener cuidado alguno saque la bolsa y la tire en el plato, tratando de correr, tome el plato y antes de cruzar la puerta su voz hizo presencia.

 

-          Llamaron de la escuela, espero que no haya problemas, no quiero ir por allá.

-          No se preocupe -respondí suavemente- nunca los hay -dicho esto me deslice por la puerta rumbo a la habitación, me encerré y desplazándome por la puerta respire profundamente tratando de calmarme.

 

Tiré el plato en la cama, puse música en el celular, bloqueando el sonido exterior, clamando por silenciar el interior.

 

 

 

A mañana siguiente, sigilosamente, me bañé, vestí y bajando suavemente salí a la escuela. Camine por las calles con la música al borde del máximo nivel, preparándome para un nuevo día, con todas sus cosas.

Me tropecé en la entrada de la escuela, provocando carcajadas de los demás a mi alrededor, me levanté y mas adelante sentí un ardor en mi rodilla ¡Genial! Me hice un raspón. Para completar.

 

En la quinta hora de la jornada, vino la orientadora a la clase, para llevarnos a una charla especial para nosotros. Ni idea que quiso decir.

Una vez dentro, misteriosamente callados, creo que era más la curiosidad del tema a tratar que el interés; la charla empezó con una joven chica psiquiatra, nos habló de unos temas “importantes” que según ella no se les prestaba la atención necesaria que debía tener, ya que mas de uno de nosotros sin saber podríamos tenerlos, nos habló de enfermedades mentales o psicológicas graves, trastornos o comportamientos agresivos.

Claramente explicó cada uno de los síntomas también cada una de las fases de cada enfermedad, de las complicaciones, datos y estadísticas, casos reales y por último tratamiento a tomar. Dio fin a la charla advirtiendo que era importante reconocer los síntomas y ver las actitudes de las personas a nuestro alrededor, que con eso podemos ayudar a nuestros seres queridos.

La solemnidad que se sintió al salir del recinto era escalofriante, se escuchaban bajos cuchillejos entre los grupos de amiguitas y pasos arrastrándose por el suelo, cada uno perdido en sus pensamientos. Hasta las clases postreras a la charla se sintieron raras, algo en el ambiente había cambiado y dentro de mi.

Un silencio se apoderò del aula hasta el fin de la jornada escolar.

 

(…)

 

De camino a casa, y en ella misma, no podía parar de pensar en la charla de esta mañana, en especial un tema tratado allí, tampoco podía dormir el sueño acostumbrado desapareció dejándome un sin sabor en la boca.

Me acordé de un pequeño folleto que repartieron al entrar y miré la poca información que brindaba aquel papel, se leía que ella era una profesional independiente con énfasis en adolescentes y que empezaba con su pequeño centro. Tiré el folleto a un lado, acusándome de hipocondriaca.

Caí dormida, pero no descanse, me levante nuevamente y mire a lo lejos el folleto, una opresión fuerte en el pecho me hizo llorar, me calme respirando un par de veces, pero las lágrimas salían solas, ojeè el folleto con fingido desinterés y con el mismo desinterés llame al numero de contacto que se encontraba allí.

Descolgaron el teléfono y un nudo en mi garganta se instaló indefinidamente, con suave voz me contestó le explique el caso (o caos) me contactó con la persona encargada, calmadamente me ayudó con lo que necesité. Y vaya que si lo hizo. 

 

 

 

 

Al día siguiente, fui a una consulta, presencial, sin acompañante (pues no confiaba en mi padre, ni tenía amigos) Decidida, pero con miedo, entrè, necesitaba saber qué pasaba conmigo.

Efectivamente, (después de muchos exámenes y pruebas) descubrí, que padecía de una enfermedad mental (bueno, ese no es término correcto me explicaron) pero era lo mismo.

Les explique mi situación ya que me ofrecían una internación en el centro para ayudarme, y se ofrecieron a suplirme con todo lo que necesitaba mientras estudiese internada, tambien me brindaron su apoyo )claro, con unas pequeñas condiciones para ayudar, después, al centro).

 

Dejé una pequeña nota en la sala a mi papá, donde medio explicaba la situación el dónde estaba y el por qué, seguidamente, me fui a internarme, con la esperanza de que allí me ayudaran. Y de que èl, no me encontrara.

Me ayudaron de tal forma, que les debo lo que soy. Puedo dar fe, que asì fue.